miércoles, 11 de agosto de 2010

La bolsa o la vida, Eric Toussaint





















El Informe de 1998 del PNUD indicaba en esencia que un impuesto del 4% sobre el patrimonio de las 225 personas más ricas del planeta permitiría reunir 40 mil millones de dólares. Es la módica suma que haría falta invertir cada año en lo "social" para garantizar en diez años el acceso universal al agua potable (1.300 millones de personas no tenían acceso en 1997), el acceso universal a la educación básica (1.000 millones de personas son analfabetas), el acceso universal a la atención médica básica (17 millones de niños mueren cada año de enfermedades fácilmente curables), el acceso universal a una alimentación adecuada (2.000 millones de personas sufren de anemia), el acceso universal a infraestructuras sanitarias, el acceso universal para las mujeres a los cuidados ginecológicos y de obstetricia.

Hace falta comparar estos datos con las cifras de gastos de los que la humanidad podría prescindir comportándose de manera más adecuada: en 1997, 17 mil millones de dólares se gastaron en alimentos para animales domésticos en Europa y EE.UU.; 50 mil millones de dólares representan el consumo de cigarrillos en Europa; se gastan 105 mil millones en la compra de bebidas alcohólicas en Europa; 400 mil millones en el consumo de estupefacientes en el mundo; 780 mil millones en gastos militares en el mundo y 1.000 millardos son los gastos en publicidad.

(Eric Toussaint, La bolsa o la vida)




Autor/a: Eric Toussaint
Editorial: CLACSO
ISBN:987-1183-04-6
Páginas: 448

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Prefacio. Christian De Brie
Redactor de Le Monde Diplomatique

La historia contemporánea es la historia de la conquista del mundo por un número cada vez más restringido de gigantescos conglomerados, constituidos en sociedades multinacionales, que libran una guerra permanente por el control de los mercados, implicados en una tentativa de subordinación de todas las actividades humanas a la lógica de la ganancia.

Si los procesos de acumulación y concentración del capital son fenómenos viejos, conocen en el período reciente una formidable aceleración debido a las grandes innovaciones tecnológicas. La transformación de las técnicas de almacenamiento, tratamiento y transmisión de información (informática, robótica, telecomunicaciones) permite por primera vez en la historia de la humanidad llevar a cabo estrategias planetarias en tiempo real, es decir, seguir y evaluar al momento, a partir de un lugar determinado, la aplicación de directivas en cualquier rincón del planeta, y adaptar en consecuencia el contenido, localización, condiciones de funcionamiento y salidas de cualquier actividad.

El efecto de esta revolución ha sido amplificado por otros grandes cambios de carácter político.
El primero es la puesta en cuestión por las sociedades multinacionales, en nombre de la libertad, de la soberanía de los estados y del poder regulador que la acompaña. En particular en el terreno económico (moneda, cambio, aduana, tasas de interés, flujo de capitales, política financiera, fiscal y presupuestaria, sector público) y social (legislación social y derecho del trabajo, salario mínimo y prestaciones familiares, libertad sindical, régimen de pensiones, salud y educación). Esto ha sido legitimado por una ideología liberal particularmente ofensiva y guiada con mano de hierro por quienes detentan el poder económico y cultural. Ningún esfuerzo es escatimado para forjar la idea de la superioridad de la iniciativa privada sobre la acción pública, de la eficacia y rentabilidad de una y de la incompetencia y corrupción de otra; de la natural preferencia humana por la acción individual más que por la solidaridad colectiva; de la necesidad de restringir el Estado a sus estrictas funciones de garante del orden, del control social, de la seguridad de las personas y de la propiedad privada de los bienes. A la vez que se martilla con la idea de que un Estado libre es un Estado donde los negocios son libres, se oculta la complicidad permanente del aparato del Estado con los grupos de presión de los grandes negocios al servicio del capital. Sin embargo, estos apuntan a políticas de desregulación sistemáticas que responden a dos objetivos mayores.

Por una parte, constituir progresivamente, sector por sector, un espacio, es decir un mercado mundial sin otra ley que la aceptada por las multinacionales para reglamentar la competencia en la que están enfrascadas, o sea una especie de derecho de guerra económica. Tal es el papel desarrollado, por ejemplo, por la Organización Mundial del Comercio (OMC), gigantesca organización que pone en cuestión la legitimidad estatal.
Por otra parte, dar la oportunidad a los que disponen de los enormes medios necesarios, es decir las multinacionales, de sacar partido, según sus intereses, de las posibilidades ofrecidas por las nuevas tecnologías. En particular en el terreno financiero, donde la circulación instantánea de los capitales, y la multiplicación de los lugares y de los participantes, de los productos y de las técnicas especulativas, han llevado a inflar una burbuja financiera desmesurada y sin relación con la realidad de la actividad. Se sabe que cerca de 1,2 o 1,5 billones de dólares flotantes que se intercambian cada día –el equivalente del PNB de Estados Unidos– representan más de 60 veces las transacciones internacionales de bienes y servicios.
Esta burbuja, que puede explotar en cualquier momento y provocar daños irreparables, como ya ha sucedido, en particular en México y más recientemente en el Sudeste asiático, es el lugar privilegiado de las operaciones más calientes y de las especulaciones más arriesgadas, donde se coloca una buena parte de los dineros confiados a fondos de jubilación y pensiones así como la liquidez de bancos y empresas.

La segunda conmoción política fue la caída del muro de Berlín, en diciembre de 1989, evento simbólico del hundimiento, por implosión, del bloque de los países socialistas, con la Unión Soviética a la cabeza, y de la desaparición de un sistema económico y político que se presentaba como la alternativa histórica de un capitalismo impugnado.

La divina sorpresa fue acompañada de una rápida conquista del área de influencia socialista, rápidamente rendida, sin resistencia y con alguna credulidad codiciosa, por el modelo occidental de la democracia de mercado. A excepción de algunos países en vías de rápida transformación como Vietnam, o comprometidos en el papel de parque fosilizado de una época acabada como Corea del Norte y de forma notoria China, que buscan preservar su autonomía política detrás de la muralla del socialismo de mercado, receta en gran medida falsa, cuyos ingredientes para hacer este paté de alondras están a razón de una alondra de socialismo por cada caballo de mercado. El triunfo del capitalismo por desintegración de su adversario ha entrañado no sólo el fin del enfrentamiento Este-Oeste –que había sobredeterminado las relaciones internacionales y el devenir de los pueblos por espacio de medio siglo– sino también la desaparición del Tercer Mundo como conjunto de países del Sur que se esforzaban, peligrosamente, por preservar su independencia económica y política, jugando con la rivalidad de los bloques. Ello ha señalado la derrota histórica de las clases trabajadoras y del proletariado mundial, en adelante libradas a la explotación sin límites de un capitalismo brutal y arrogante, al fin liberado del temor secular de la revolución mundial.

Es en este contexto que se abre la era de los nuevos dueños del mundo que pretenden instaurar un totalitarismo universal, único medio para el pequeño número de omnipotentes señores de la guerra económica que de aquí a poco poseerán el planeta, para perpetuar su dominación sobre miles de millones de víctimas. Este proceso progresivo se desarrolla en numerosas direcciones.

La primera dirección en la que se desarrolla el totalitarismo es el cuasi monopolio ejercido por la ideología de las clases dominantes y por el discurso neoliberal legitimando esta dominación. Prensa, audiovisuales, ediciones, universidades, coloquios y seminarios: pocos son los medios y los lugares de elaboración y difusión de las ideas dominantes que escapan al control directo o indirecto de los detentadores del poder. Los medios de comunicación de masas, la manipulación que permiten y la capacidad de fabricar y adaptar mensajes para cada tipo de público, multiplican las posibilidades de colocar bajo influencia categorías cada vez más amplias de población, en particular de víctimas potenciales. Cada vez menos personas tienen posibilidades de escapar del discurso dominante. Al servicio de esta ideología se han adherido la inmensa mayoría de los intelectuales, antaño movilizados y críticos con los poderes establecidos, hoy generosamente pagados como perros guardianes del orden nuevo. Todo un clero cariñosamente tarifado de defensores de la fe liberal, de creyentes del fin de la historia, de monjes belicosos, inquisidores de toda resistencia, picadores y azotadores de contestatarios, arrogantes y cínicos, monopolizan la palabra y la imagen, mascullando el pequeño catecismo de los mercados, inventores de "milagros" económicos, fábulas contadas por pícaros a los cretinos, parafraseando a Voltaire. Los nuevos teólogos, doctores y certificadores de la fe liberal, no dudan en falsificar la historia para borrar todo lo que podría contradecir sus "verdades" asentadas, ni en manipular las cifras estadísticas para dar una apariencia científica a sus elucubraciones, retomando así a gran escala los métodos totalitarios utilizados por las burguesías nacionalistas, además de los regímenes fascistas y socialistas. Desde la más temprana edad, los niños son enrolados en la guerra económica, presentada como una ineluctable alternativa entre vencer o morir, tanto en la escuela como en los deportes, fomentando la competición de uno contra todos, elogiando a los vencedores y poderosos y menospreciando a los débiles y perdedores. Sin que jamás nadie explique la finalidad de una guerra indefinida y perpetua, a la manera de la descrita por George Orwell en 1984, donde los objetivos, los aliados y las conquistas, provisionales, son sin cesar puestos en cuestión.

La segunda dirección concierne a la tentativa de someter la totalidad de las actividades humanas al orden mercantil y a la ley de la ganancia. Ninguna esfera debe escapar, ya sea la protección de la vida privada, el derecho a respirar un aire no viciado o la utilización del genoma humano. Todo está consagrado a la mercantilización, incluida también la espiritualidad, la cual está destinada a pasar bajo el control del capital a fin de ser rentabilizada. Dicha conquista procura el control totalitario de la vida y del devenir biológico y humano. Este pillaje desvergonzado de lo que constituye el patrimonio de la humanidad y el producto del trabajo colectivo se acompaña de una criminalización obligada cada vez más extendida. En efecto, desde el inicio, la destrucción del viejo orden y la pérdida de efectividad del derecho que administraba las relaciones entre los estados y entre estos y las multinacionales no han dado lugar a la instauración y sanción de reglas para el nuevo orden. La competencia encarnizada a la que se entregan los señores de la guerra económica se regula por una corrupción generalizada. Ningún país ni mercado escapan a la misma: no hay contrato petrolero, de grandes obras, armamentos, etc., de estudio o suministro de productos o servicios de alguna importancia, que no pague comisiones según criterios complejos y variables donde todos están implicados. Un archipiélago de paraísos fiscales repartidos alrededor del globo y cerca de las grandes potencias americanas, europeas y asiáticas, brinda la logística y sirve para el reciclaje bancario de sumas desviadas que se cifran en centenares de miles de millones de dólares. La misma red sirve para la financiación de la economía subterránea, en particular para el tráfico de droga, para el mayor provecho del capitalismo bancario usurero, poniendo en relación permanente y simbiótica al crimen organizado y al mundo de los negocios, por sus afinidades naturales.

La tercera dirección en la que se desarrolla el totalitarismo es el dominio político. Mientras que se generaliza un modelo obligado de democracia de mercado, donde la legitimidad del poder salido del sufragio popular es subordinada a la soberanía de los mercados, las instancias políticas, en tanto que lugar de reglamentación pacífica de los conflictos sociales, son vaciadas de contenidos. No subsisten más que como adornos formales y espectaculares que mantienen la ilusión democrática en regímenes que lo son cada vez menos. Tras esta fachada de democracia virtual, se utilizan técnicas cada vez más perfeccionadas de vigilancia y control social que pasan poco a poco a manos de quienes detentan el poder capitalista. Redes de ficheros informatizados cada vez más frecuentemente comercializados, contienen, sin el conocimiento del sujeto en cuestión, la vida personal y profesional de un número cada vez mayor de personas; multiplicación y especialización sofisticada de efectivos y servicios policiales públicos y privados; vigilancia con cámaras de los lugares públicos y privados, control informático permanente de las actividades y desplazamientos, vigilancia y control social por agentes especializados (educadores, policías, asistentes...) de los barrios, poblaciones y grupos de edad considerados de riesgo o peligrosos, e incluso se está preparando el fichaje y vigilancia electrónica, que algún día será hasta de carácter genético tal como ya se ha instrumentado en el sector penitenciario y en la represión del crimen.

Por otra parte, y sobre todo donde el control social parece inútil o muy costoso, vastas zonas rurales y urbanas y su población son abandonadas a la barbarie formando sobre la superficie del globo manchas de geometría variable que escapan a las normas de la mundialización.

No hay nada de inevitable en este proceso de mundialización y puesta en marcha de un universo totalitario. Las considerables destrucciones, el crecimiento vertiginoso de las desigualdades sociales que lo acompañan, hacen nacer por todo el planeta una multitud de focos de resistencias. No está en ninguna parte escrito que los pueblos estén en la actualidad resignados a la servidumbre. Sería desmentir el curso de la historia humana.
Sin embargo, ninguna resistencia sería duraderamente eficaz sin una toma de conciencia y un sólido conocimiento de los modos de funcionamiento del sistema capitalista en la época de la globalización y de las técnicas sofisticadas de dominación que desarrolla. Es el mérito del análisis de Eric Toussaint: contribuir a este conocimiento, ayudarnos a comprender la cuestión de la deuda, uno de los principales mecanismos de explotación de los pueblos por parte de quienes detentan el capital. Y hacerlo desde un punto de vista pedagógico, resituando el problema en su contexto histórico y geopolítico, realizando así el objetivo perseguido de "contribuir a la emancipación de los oprimidos/as sea cual sea el rincón del planeta en que se encuentren".




Tabla de contenidos: 
Prefacio del autor a la edición en español
Prefacio: por Christian de Brie, redactor de Le Monde diplomatique
Prefacio del autor a la segunda edición en francés (9 de julio de 1999)
Introducción

Capítulo 1: Mundialización y ofensiva neoliberal
Capítulo 2: La concentración del capital
Capítulo 3: La mundialización excluyente: marginación del Tercer Mundo y reforzamiento de la Tríada
Capítulo 4: Mundialización financiera en crisis
Capítulo 5: Mundialización y crecimiento del endeudamiento
Capítulo 6: Retorno al pasado: puesta en perspectiva de la crisis de la deuda
Capítulo 7: La crisis de la deuda del Tercer Mundo durante el período 1980-1990
Capítulo 8: Las transferencias del Sur hacia el Norte
Capítulo 9: Banco Mundial/FMI: más de medio siglo, Ya Basta!
Capítulo 10: El Banco Mundial y la crisis de la deuda del Tercer Mundo
Capítulo 11: Los programas de ajuste estructural definidos por el FMI y el Banco Mundial
Capítulo 12: Los dos fases del ajuste estructural
Capítulo 13: Ideología y política neoliberales: perspectiva histórica
Capítulo 14: La deuda en los albores del tercer milenio: América Latina y Africa sub-sahariana
Capítulo 15: Estudios de casos: Argentina, Ruanda, México, Irak y Brasil
Capítulo 16: Tempestad en Asia: los Tigres domados
Capítulo 17: Pistas para algunas alternativas
Capítulo 18: Por una globalización de las respuestas
Cronología: Banco Mundial/FMI y Tercer Mundo
Léxico
Bibliografía 


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Deuda externa y tercer mundo - Eric Toussaint from ATTAC.TV on Vimeo.

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